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Prólogo de “La huída del Teniente Alili Messaoud”

El volumen número 5 de la colección Anacrèptica de narrativa que Edicions aïllades presenta junto a las novedades para el Día del libro de 2015 está escrito por Manuel Vega Alocén y prologado por María Luisa Cava de Llano:

Cuando mi amigo Manuel Vega me solicitó que escribiera unas líneas a modo de prólogo sobre su libro “La huida del Teniente Alili Messaoud”, no dudé en aceptar y ello por varios motivos:

1º. Siempre he sido sensible a las injusticias, a los sufrimientos y a las violaciones de derechos humanos.

2º. Viví perpleja y atónita, como todos los habitantes de Ibiza, la llegada de Alili a la isla.

3º. Porque me sentí halagada de que me lo solicitara.

Leí de un tirón el libro en una tarde y me resultó ameno, interesante, de fácil lectura y absolutamente real y eso que conseguir que una historia resulte amena, sin alejarse un ápice de la verdad, se convierte muchas veces en una difícil tarea.

Creí conveniente conocer en persona al Teniente  Messaoud y así lo hice, mantuve una distendida charla con él y me pareció una persona inteligente, sincera, trabajadora, valiente y sumamente agradecida, con el pueblo ibicenco que lo acogió. Me habló de su país, de sus costumbres, de su gente y de sus razones y percibí en sus ojos una profunda tristeza, porque sigue llevando a Argelia en su corazón y porque no transcurre un solo día, sin pensar en ella.

De familia acomodada, lo tenía todo: juventud (29 años) y porvenir, era Teniente del ejército argelino e iba a ser ascendido a Capitán de su unidad de helicópteros dentro de un mes, pero decidió  dejarlo todo, dar un salto en el vacío y huir de Argelia con un helicóptero de transporte militar, porque no podía soportar, tal y como él mismo manifiesta, las vulneraciones de derechos humanos, y los crímenes contra la humanidad  que observaba en su país, y así, después de un vuelo rasante y suicida, aterrizó milagrosamente en el aeropuerto de Ibiza con una escala de orientación en Formentera, tras burlar los controles y radares.

El lector se preguntará, hasta qué punto las vulneraciones de derechos humanos a las que se refiere, puede llevar a un hombre a dejarlo todo y a huir a lo desconocido, pero es fácil entender su situación anímica si se lee una de las frases de la entrevista que se le efectuó por un conocido medio de comunicación, al llegar a Ibiza: “Que me importa si me pegan un tiro ahora. A un hombre que tiene el corazón muerto, no lo pueden matar con balas”.

En Argelia, la victoria del Frente Islámico de Salvación en las elecciones parlamentarias de 1990, el golpe militar para impedir su llegada al Gobierno y la fuerte represión posterior, provocaron un enfrentamiento sin tregua entre Gobierno y los radicales islamistas.

El Teniente, vivió parte de la cruenta guerra civil argelina que comenzó en 1992 y terminó con la victoria del Gobierno y en la derrota en 2002, del Grupo Islámico de Salvación. Más de 150.000 personas perdieron la vida, y aún a día de hoy, el país vive traumatizado por los horrores del llamado “decenio negro”, sin haber superado las tremendas cicatrices de la lucha fratricida.

Las peores masacres fueron durante 1997 y 1998, justo en la época que el Teniente Messaoud decidió salir de su país. Hombres armados con fusiles, granadas y machetes entraban en los pueblos derribando puertas, asesinaban a hombres, mujeres y niños con muestras de gran crueldad.  Las guerras siempre comportan tragedias, víctimas, masacres, expulsiones, desplazamientos, hambre, enfermedades, soledades, angustias, dolor por el amigo o familiar desaparecido o muerto, por el país abandonado o por el país que uno cree que debe dejar, y llega un momento en el que hay que cuestionarse como los sociólogos e historiadores podrán explicar el hecho de que las guerras de principios del siglo XX, causaran solo un número reducido de víctimas civiles, mientras que las guerras de fin de siglo y actuales tales como Yugoslavia, Grandes lagos, Afganistán, Irak, Sierra Leona, Argelia, etc.. parecen ahorrar las vidas de los combatientes para golpear de forma especial a las poblaciones civiles asesinadas y sometidas a toda clase de vejaciones.

Supongo que a muchos de los lectores, les asaltará la duda de si el  protagonista de esta historia, obró correctamente o no al abandonar su país, pero lo cierto es que cada uno debe encontrar respuestas a sus propias acciones y que es difícil colocarse en la piel de los demás. Alili quiso denunciar con su conducta ante la comunidad internacional, atrocidades y violaciones de derechos, mostrar su indignación y explicar su propia verdad.

Decía George Hebert Mead que los derechos humanos nunca corren mayor peligro que cuando su única garantía son las instituciones políticas y aquellos que desempeñan cargos en dichas instituciones. Sólo cuando los derechos humanos se hallan inscritos en la conciencia cívica de los hombres y de los pueblos adquieren virtualidad y eso, aunque parezca mentira es difícil, por eso se debe llegar a una verdadera cultura de los derechos humanos teniendo en cuenta que los mismos, constituyen no solo unos bonitos textos, sino una auténtica escuela de vida y en eso deberíamos comprometernos todos.

Deseo que el Teniente Messaoud pueda olvidar  un día los horrores vividos y que alguien recoja ese mensaje del que habla en el libro y que lanzó al mar en una botella, con la esperanza de que Argelia se convierta en un país libre y democrático. Ese también es mi deseo junto con el de que se consiga la paz, esa paz que según Juan Pablo II exige cuatro condiciones esenciales: verdad, justicia, amor y libertad.

 

María Luisa Cava de Llano

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